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Cierta narrativa, particularmente enfatizada por los medios y plataformas de la industria anticubana y los centros hegemónicos del poder, plantea que todos los jóvenes quieren irse de este país, que no encuentran aquí perspectivas ni motivaciones, que han renunciado a consolidar proyectos y han perdido deseos o capacidades para luchar por mejorar o transformar la realidad en que viven.

Otros, sin que los animen necesariamente malas intenciones, se regodean en el recurrente y cíclico lugar común de que la juventud está perdida. Consideran que, en un país que envejece por dinámicas demográficas inobjetables (que tienen resortes económicos, sociales y culturales), los más jóvenes manifiestan un desinterés, una apatía y un frivolidad que los desvinculan de los principales desafíos de la nación, por más que el futuro de un proyecto de sociedad necesariamente consensuado los implique a todos.

Son generalizaciones reduccionistas e interesadas. Nutren el arsenal desestabilizador de los que adversan, desde el odio irracional, a la Revolución cubana.

Ciertamente, una parte no desdeñable de la población cubana, menor de 35 años, ha abandonado el país o tiene planes o expectativas de hacerlo. Es parte del preocupante y doloroso fenómeno del éxodo, que incide en todos los sectores, motivado fundamentalmente por las difíciles condiciones económicas.

Los adalides de la reacción politizan todo movimiento migratorio, ignorando convenientemente motivaciones económicas provocadas en buena medida por las políticas de estrangulamiento a las que ha estado sometida Cuba por décadas.

Las sucesivas administraciones estadounidenses han jugado a tirar la piedra y esconder la mano: expresan preocupación por la situación del pueblo cubano mientras recrudecen el bloqueo, con la manifiesta intención de que la ciudadanía, agobiada por la crisis, enfrente al gobierno. (Tomado de CubaSí)

Con todo, hay una realidad evidente: no todos los jóvenes quieren irse de Cuba. Y eso no significa que ignoren los grandes problemas y retos de la sociedad cubana contemporánea, en la sociedad cubana contemporánea.

Pero hay jóvenes valiosos, comprometidos, entusiastas que quieren dar la batalla... y la dan cotidianamente, en todos los ámbitos de la vida nacional. Gente que aporta desde el esfuerzo, el talento y la esperanza, que comulga con la idea irredenta de que un país mejor es posible... e imprescindible.

Integran las reservas morales de la nación, y están ahí, por más que la propaganda imperial pretenda desconocerlos.

Los debates del Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas han cubierto un espectro amplisimo de las problemáticas de la Cuba actual, en las que la participación de las nuevas generaciones es vital. Se ha apostado por articulaciones creativas, que van más allá de la militancia, pues parten de una decidida vocación integradora.

No son tiempos de consignas vacías e idealizaciones estériles desde su misma retórica. Se precisan ideas para crecer, impulsos movilizadores.

No solo el futuro depende de los jóvenes, como reza uno de esos lemas tantas veces repetido. El presente también es una responsabilidad. Y siempre habrá cubanos que apuesten por plantar bandera.