Historia Local
Como la cultura existe nada me hace pensar que publicitaré cosas únicas, ni confiaría este esfuerzo coyuntural a la correspondiente comprensión inmediata. A mi favor y revés se amontonan malinterpretaciones anteriores, por tanto, siempre preveo pérdidas de este tipo. Y no obstante, yo escribo sobre la más cómoda almohada, pensamientos y acciones personales golosean la dimensión social de mi pueblo, ¿el chico? Y el grande.
Contaba mi tutor que, durante la defensa de su candidatura doctoral en la Universidad de Humboldt de Berlín en 1987, causó asombro entre los especialistas y científicos presentes, que el estudio de cierto prototipo de familia cubana de tradición centenaria (tema de su tesis) comprendía solo el “corto” período de un siglo.
Cuando un 14 de febrero acudí en la mañana a una tienda de Morón, ya dentro de la misma caminé hasta el área de niños para comprar una “maruguita”, le expliqué a la persona que allí amablemente me atendió de que tipo buscaba y la dependiente, muy dispuesta a complacerme, solo preguntó: ¿Qué edad tiene el niño? Yo sin sorpresa le respondí que formaba parte del regalo a mi compañera por ese día. Sentí la perplejidad de su mudez fuera de los ojos. Probablemente haya sido uno de sus temas aquel día, y yo no iba a sustraerme a la explicación de que siempre me enseñaron que los hombres se enamoran por los ojos y las mujeres por uno de sus oídos.
Con más frecuencia se oye hablar, se lee, -y hasta casi llega a percibirse en el ambiente- de la identidad, del patrimonio y de la historia local, sobre todo en nuestros medios masivos o en las instituciones culturales, educativas y políticas.
Centrando desde el primer anuncio los propósitos de esta entrega, uno admite –como preocupación- la necesidad depúblico, enfocado de lleno en las circunstancias en que pudo hacerse, científicamente pensando que aún con sus tangibles limitaciones, si sabemos cuáles son esas limitaciones, el calendario solariego podrá tener un efecto local útil; asegurándome sobre todo de que dichas ideas sean depositarias en un terreno agradecido, el de la comprensión de ustedes: ¡Válgame Dios!