Foto: CadenagramonteLas Tunas, 30 mar.- Como era su costumbre, el Tricampeón Olímpico y mundial, Teófilo Stevenson Lawrence, estuviera rodeado la víspera de familiares y amigos festejando el aniversario de su natalicio, en medio de chistas y anécdotas.
Porque la víspera, es una fecha histórica para el deporte cubano, no sólo por haber nacido 68 años atrás el atleta símbolo de Cuba, también por su fidelidad a la Revolución, su admiración por Fidel, su nobleza y sencillez.
Con el título olímpico en Munich-72 comenzó a escalar el olimpo, cuando destrozó a Duane Bobick, la Esperanza Blanca estadounidense, oportunidad en la que los mercaderes del deporte trataron de aprovechar para ofrecerle una “millonada” de dólares para que pasara al profesionalismo.
Pero la respuesta de Pirolo, como sus allegados le decían desde su infancia, fue contundente: No cambio millones de dólares por el cariño de 10 millones de cubanos.
El segundo escalón del Olimpo lo logró en Montreal-76 y el tercero en Moscú-80. Ya era considerado una leyenda mundial dentro del pugilismo.
No hay duda de que el gigante del central Delicias (1952-2012), nunca presumió de su condición de campeón, por ello cuando llegaba a cualquier lugar de Cuba, todos querían hablar con él, a lo que él siempre respondía con afabilidad y modestia.
Su mayor satisfacción era departir con sus amistades. Cuando llegaba a su terruño natal –el barrio La Grúa--, lo primero que hacía era ir casa por casa de sus amigos y muy especialmente al hogar donde vivía Lina, la esposa de John Herrera, quien lo encaminó por el camino del pugilismo.
Ya en La Habana, cuando en su vivienda lo visitaban sus amigos, les prolongaba la estancia y ofrecerles una caldosa tunera elaborada por él.
Y cuando se enfrentaba a un boxeador del patio, lo sobrellevaba, nunca utilizó sus poderosos puños. Era un sello más de su nobleza.
Todos recuerdan su pelea con el norteamericano Alex García, quien no pudo evitar la andanada de golpes para que el Tricampeón Olímpico se llevara su tercer título mundial.
Ese fue el último combate, que también todos evocamos hoy, porque Teófilo, no solamente fue un extraordinario atleta, sino también un gran patriota. (Cadenagramonte)