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Las evidencias han demostrado que los grupos aborígenes que habitaron en la Sierra de Cubitas y en la llanura costera del norte, son los agroalfareros, los cuales comenzaron a moverse por el arco antillano al comienzo de nuestra era, realizando estas migraciones, en algunas oportunidades, desde el área del Río Orinoco y en otras regiones más al occidente de Venezuela, como aquellos correspondientes al lago Valencia, entre los comienzos de nuestra era y el año 1000 de la misma.

En nuestro archipiélago, los agroalfareros están presentes en el año 500 de nuestra era y podemos decir, que su vida como cultura arqueológica definida puede haber terminado en el año 1511, en que se produce la colonización de Cuba por los conquistadores españoles. En los diez siglos comprendidos entre el año 500-1500, los agroalfareros se extendieron por casi todo el país, entraron en contacto con otras culturas, recibieron influencias de otras áreas y crearon la comunidad más compleja de nuestra etapa aborigen.

La llegada de los conquistadores a nuestro país describe la existencia de indios agricultores y ceramistas en la región oriental y central, y en menor escala la presencia de otros aborígenes con un nivel inferior de desarrollo cultural en la parte occidental de la isla.

Estos agroalfareros se desplazaron en nuestro archipiélago de este a oeste, llegando en distintos momentos del desarrollo de esta etapa, en el área del Caribe.

Esto, unido a aquellas peculiaridades ecológicas locales que encontraron en nuestro país, los llevó a distintas zonas del territorio que en momentos determinados, pudieron ser los ideales para un equilibrio entre la tecnología que poseía y la que explotaban.

Los agroalfareros se fueron asentando a lo largo de nuestro país en lugares más diversos. En algunos casos preferían sitios altos donde construían sus habitaciones alrededor de los cuales hacían sus sembrados; procurando estar cercanos a algún arroyo, sin importar que se ubicaran alejados de la costa varios kilómetros. Otras veces se ubicaban en la desembocadura de algún río; lo que le permitiría tener su zona de siembra a lo largo de su cauce y poder comunicarse por esa vía fluvial con las zonas interiores para la casa y la recolección.

En algunas oportunidades vivieron en zonas montañosas bastantes intrincadas y alejadas de la costa, prefirieron también vivir a la orilla de los ríos o de los arroyos existentes entre montañas.

Aparecen algunos de estos grupos ubicados al lado de zonas montañosas; lo cual le permitía la explotación agrícola, unida a pesca y a la recolección, que se produce sobre todo en algunas zonas costeras de agua salobre; y otras veces se asentaron en las grandes bahías, tanto en sus orillas como becarios e islotes dentro de la misma.

Nuestros aborígenes eran de un porte muy bello, de baja estatura, color aceitunado, pero lacio y fuerte, y ojos muy hermosos, acostumbraban a practicar la deformación craneana; aplicándolo en los niños recién nacidos, le ponían en la frente una tablilla que era amarrada en el occipital. En el Caribe y Cuba el más frecuente fue denominado deformación prontos-occipital tabular oblicua.

Estos grupos construían sus viviendas de manera de Palma y de guano con diferentes formas:

- La forma circular y techos cónicos (careyes).

- La formación rectangular (bohíos y barbacoas construidas a la orilla de los ríos y lagunas).

Como parte de la vestimenta, las mujeres casadas usaban enaguas o pequeñas sayuelas tejidas de hilachas de algodón, mientras que las niñas púberes cubrían sus genitales con una especie de rencillas.

Al casarse la reemplazaban por una especie de delantal de algodón o de yerba que rodeaban las caderas. Así mismo se acostumbraba al uso de plumas por los caciques y hombres principales.

Al respecto Colón refiere:

"son gente (...); desnudos todos, hombres y mujeres; como su madre los parió, verdad es que las mujeres traen una cosa de algodón solamente, tan grande que les cubría su natura y no más..."

Los aborígenes hablaban en común la lengua Arauca.