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El documental, Comandante halla su pasaporte a la trascendencia al erigirse en lúcida mirada a gran parte de la historia del siglo XX, a la cual están vinculados, irremisiblemente, Cuba, su Revolución y su líder

Oliver Stone, entre los cineastas estadounidenses más comprometidos de las décadas recientes, estrenó en 2003 una visión fílmica honesta, conmovedora y artísticamente certera en torno a la figura de Fidel Castro, obra cuyos 20 años recordamos, en el contexto del séptimo aniversario de la desaparición física del líder cubano.

Ese documental, titulado Comandante, y puesto a consideración del público por primera vez en los festivales de cine de Sundance y Berlín, fue estructurado a partir de una extensa sesión de entrevistas con el líder histórico de la Revolución Cubana, encauzada por el director de J.F.K, Pelotón y Nacido el 4 de Julio.

Según confesó el también creador de La historia no contada de los Estados Unidos, no le resultó fácil convencer a Fidel de acceder a su solicitud testimonial. Mediaron cartas u otros oficios, hasta que el Jefe de Estado caribeño concedió 30 horas de su tiempo para responderle sobre mil y un asuntos.

Oliver quedaría subyugado por la magnética personalidad y la abarcadora cultura del dignatario, aunque ello no fue óbice para formularle preguntas de todo género –incómodas para alguien que no fuera su contraparte–, las cuales Fidel respondió con la objetividad, altura y dignidad con las que solía hacerles frente a tales interrogantes.

Comandante halla su pasaporte a la trascendencia al erigirse en lúcida mirada a gran parte de la historia del siglo XX, a la cual están vinculados, irremisiblemente, Cuba, su Revolución y su líder.

Prolija en su recurrencia al archivo, auspiciosa en su caudal de imágenes, realzada por la música del afamado compositor español Alberto Iglesias, la producción de la cadena HBO es menos una biopic testimonial que un gran fresco histórico compuesto de mosaicos, de paisajes ineludibles de una centuria en la que, donde trazos principales fueron estampados por la inmarcesible impronta de Fidel Castro.

Lo anterior no impide que, por trechos, parezca una conversación íntima, la expresión visual de un diálogo entre amigos. A esa sensación contribuye mucho el uso de los planos detalles, los planos medios cortos y los primeros planos. No en balde está aquí el director de fotografía mexicano Rodrigo Prieto, de los grandes del planeta.

Comandante es una película que hurga en el personaje histórico, en el político y en el ser humano, desde la variedad de resortes pulsados por su guionista y realizador. En estos fotogramas, Fidel habla de convicciones y principios, pero también de aficiones, amores; sobre la paternidad y en torno a su carácter de abuelo.

Se refiere, incluso, hasta a su muerte: «El día que expire, sea cual fuese la razón, no pensaré que el destino ha llegado al fin a la hora de Cuba (…), el destino de Cuba es el destino de nuestra causa (…)», subrayó al cineasta estadounidense.

Acerca de sus tres días de rodaje junto al adalid revolucionario latinoamericano, Stone expresaría: «Me impresionó su moral, su elegancia, sus convicciones. Y eso que tiene una vida llena de problemas, no es fácil. Me recuerda a Don Quijote».

Cuando presentó Comandante en el Festival de Berlín, sostuvo: «El bloqueo no tiene sentido. Esto lo pienso yo y muchos norteamericanos. Cuba no es un país enemigo de EE. UU.»

(Granma)