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Foto: Ismael BatistaFoto: Ismael Batista

Pocas veces en la historia de un país un reencuentro de hermanos de sangre y lucha significó tanto para el futuro de un pueblo y las esencias de su nación.

Allí, en Cinco Palmas, donde la Sierra Maestra arropó el verde olivo de una guerrilla rebelde, se perpetuó para la posteridad aquella jornada decisiva del 18 de diciembre de 1956, en la que un abrazo redentor y una profecía inquebrantable hicieron renacer la esperanza y afianzar la fe en la victoria.

Hay tanto de simbolismo en aquel encuentro entrañable entre lomas, que su épica inspira siempre, pues quiso el destino que, tras el desembarco azaroso de los expedicionarios del yate Granma por Los Cayuelos, el revés de Alegría de Pío, la muerte de algunos combatientes y la posterior fragmentación y dispersión de la tropa en 28 grupos, Fidel y Raúl –junto a unos pocos hombres– lograran rencontrarse en una finca de nombre hermoso: El Salvador; propiedad del campesino Mongo Pérez.

Habían transcurrido 16 días del de­sembarco, y 13 de una travesía escabrosa entre campos y cañaverales, fustigados por el asedio constante de la aviación enemiga, la cacería humana desatada por el Ejército batistiano y los peores enemigos de los bisoños revolucionarios: el hambre, la sed y las heridas del cuerpo; sin embargo, el ideal libertario permanecía vivo en sus pechos.

También, junto a su épica resistencia se fortalecía, valerosa, la ayuda de los campesinos que, bajo la guía de Celia, habían organizado la red humana que libró de la muerte a varios de los expedicionarios, incluidos aquellos que llegaron a Cinco Palmas.

Por ello, al evocarse aquel 18 de diciembre, es posible imaginar las palmas nuevas enalteciendo el escenario criollo, las cañas como testigos y la luna brillando limpia en el firmamento, ante el histórico diálogo inmortalizado en el diario de campaña de Raúl:

«Tras los abrazos, Fidel pregunta: –¿Cuántos fusiles traes…?

–Cinco…

–Y dos que tengo yo, siete… ¡Ahora sí ganamos la guerra…!».

La frase se convirtió en certeza, y luego, en símbolo de resistencia de esta Revolución, que 67 años después, consolida la defensa de su soberanía en esa fe en la victoria que, a decir del propio General de Ejército, nos demostró que: «¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá!»

( Granma) (Foto: Ismael Batista)