Foto: Radio rebeldeLa Habana, 29 .- Justina Peñalver Guerra es maestra desde hace 52 años; su quehacer pedagógico fue todo ese tiempo la consagración a la enseñanza en los diferentes niveles educativos que conocieron su presencia en las aulas.
Graduada de Licenciada en Educación explicó a Radio Rebelde que lo más importante a la hora de impartir clases es ponerse en función de los niños, “conocer sus particularidades, las características de su familia, un aspecto que es fundamental como célula de la sociedad. No obstante, con la edad que tengo aún siento la necesidad de ofrecer mi experiencia como pedagoga para ayudar a las nuevas generaciones”.
De trato sencillo y carácter afable Justina Peñalver tiene entre sus más preciados tesoros las medallas “Rafael María de Mendive”, de la “Alfabetización”, “la Distinción por la Educación Cubana”, así como, impartir clases a hijos de revolucionarios latinoamericanos, y a gran número de niños cubanos que actualmente son profesionales altamente calificados que en empresas y entidades contribuyen al desarrollo del país.
“El docente debe de ser ante todo humano, ejemplo, no sólo en la escuela, sino en toda la sociedad: amar a sus alumnos, llegar a conocerlos porque así puede irradiar mejor toda su profesionalidad y llegar a ser un verdadero maestro”.
Agrega que no debe ser sólo instructivo; en ocasiones debe de hacer el papel de padre y madre si fuera necesario para ganarse la confianza de los menores; tener presente que en pocos años esa generación se convertirá en hombres y mujeres que responderán de manera positiva a las metas que se trace la sociedad cubana.
Sobre el significado que tiene ser maestra y formadora de las nuevas generaciones señaló que lo primero que se debe tener es amor por los niños: “lo digo porque me sale del alma”-aclara -.
Recuerda un suceso que a pesar de los años aún le conmueve: “un primero de septiembre que comenzaba un nuevo curso escolar me encontraba fuera del país en funciones de trabajo y llamé a mi hija que me siguió los pasos en el magisterio para felicitarla por la ocasión; ella me dijo que sabía que a mí no se me olvidaría la fecha; se alegró mucho mientras me comentaba que ese día las escuelas lucían más hermosas que nunca para recibir a los alumnos, mientras que significaba una fiesta para todas las familias, educadores y pueblo cubano en general”.
La vocación por el magisterio le nació hace mucho tiempo cuando en su natal Artemisa dio su aporte como maestra popular en la Campaña Nacional de Alfabetización, donde enseñó a leer y a escribir a cinco personas. “Ahí descubrí que me dedicaría a enseñar el resto de mi vida”-dice de forma categórica-.
“También impartí clases a aquellos que querían seguir superándose en los conocidos cursos de seguimiento; luego seguí frente al aula de forma ininterrumpida en los diferentes niveles educativos”.
Activa y vital a pesar de sus 72 años de edad, Justina integra en La Habana del Este un equipo perteneciente a la Asociación de Pedagogos de Cuba que se ocupa de la superación cultural de los profesores que laboran en ese territorio. (Con información de Radio rebelde)