Pin It

Tras el triunfo revolucionario y el surgimiento del Sistema Nacional de Salud (1960) desaparecieron los partos domiciliarios realizados por la figura centenaria en nuestro país de las comadronas.

Sin haber pisado jamás un aula de clases la mayoría de ellas, fueron mujeres que aprendieron el oficio de manera empírica, no utilizaron medios técnicos, pero asegura la memoria popular que “podían con sólo mirar la barriga de la embarazada, identificar el sexo del bebé”, incluso descubrían cuando el feto estaba en una posición incorrecta; luego ellas se encargaban de todas esas tareas y casi siempre salían bien libradas.

Las comadronas proporcionaban el pudor natural del mismo sexo, algo que, en el parto fisiológico, era evidentemente preferible antes de exponerse a otras tensiones. Ello se observa en su accionar cotidiano, en los partos domiciliarios, en los complicados, fundamentalmente las presentaciones de “nalgas” y pie, cuando muchas veces los médicos les enviaban los casos o solicitaban su acompañamiento.

Aunque existía un distingo durante dicha época para el ejercicio según el tipo de contratación y formación: académica, semi-académica o empírica, y además las denominaciones que lo expresaban de recogedoras, parteras y comadronas, el mismo paso del tiempo y de aquellas circunstancias ha dejado en la memoria popular la palabra comadrona como una voz genérica. Desapareciendo también con ello el atributo de Doña, título que se anteponía al nombre de estas, y las demás mujeres por extensión, relativo –entre otros usos- al respeto y a la edad preponderante de ellas.

En Sola la primera recogedora de que se tiene información se llamó Anita Canals a inicios de la década del veinte del siglo pasado y curiosamente Mario Vicente Herrero Toscano1, patriota insigne del territorio, que naciera en nuestro poblado el 19 de diciembre de 1928 a las cinco de la madrugada , fue recibido por ella. Anita Calvo , era la esposa de Francisco Canals propietario de la Villa de Caibarien , un hostal frente a la Línea Norte del Ferrocarril.

Anita Calvo, primera comadrona de Sola  (Foto cortesía de Mireya y Eduardo Ferreiro.)Anita Calvo, primera comadrona de Sola (Foto cortesía de Mireya y Eduardo Ferreiro.)

De Doña Anita también conocemos que a pesar de su aprendizaje empírico contaba con una enciclopedia sobre el tema que lógicamente ayudó a su preparación y que era oriunda de Camajuaní.

A inicios de los años 30 ya ejercía en el poblado la señora Etelvina Gregorí Álvarez Vargas Caldés, graduada de la Facultad de Medicina y Farmacia de la Universidad de La Habana como Comadrona en 1928, y ampliamente reconocida en la localidad como Doña Etelvina Gregorí, quién permaneció en Sola hasta la década del 50 siendo durante esa larga etapa la Comadrona Municipal asignada por el gobierno.

Las comadronas vestían de blanco, la calificada usaba cofia, maletín negro con pinzas, tijeras, ligaduras, paños verdes, guantes, yodo, y la identificaban por tener en las puertas una placa, acudían a los partos de forma solicita, acompañadas por los esposos de las parturientas principalmente, y por sus propios medios. Permanecían durante todo el trabajo del parto en sus hogares (en ocasiones les amanecía). Los partos los realizaban en la mesa o en la cama, a la parturienta le colocaban una tabla debajo de los glúteos (según estado del mueble), despejaban el lugar de todos los familiares y en escasas ocasiones utilizaban ayudantes.

Lavaban los genitales con agua hervida, con yodo antes y después del parto, eran muy pacientes ,tenían gran habilidad en los partos de niños grandes y de presentación viciosa (nalga, pie…) no realizaban incisión para facilitar la salida de los macro fetos, causa de desgarro que provocaba la solicitud del médico particular para la sutura del mismo (ellas no suturaban), utilizaban sus instrumentales para la limpieza y corte, ligadura del cordón umbilical, realizaban cuidados inmediatos al recién nacido y puérpera, y se mantenía visitándolas por tres días.

Doña Etelvina GregoríDoña Etelvina Gregorí

Doña Etelvina Gregorí dedicó su vida al nacimiento de muchas generaciones de cubanos, pues también en Camagüey, a donde se trasladó desde Sola, continuaría su profesión.

Las comadronas con el doctor aprendían procederes. En la cesárea, cogían los puntos, trasfundían, mandaban a limpiar, ponía formol con permanganato, lavaban el instrumental y lo esterilizaban en un horno pequeño, cobraban $25.00. Los niños los pesaban e inscribían días después, no existía registros estadísticos.

Las señoras permanecían por 45 días sin lavarse el cabello, con medias, en reposo (las que su estatus económico y social lo permitía), preferiblemente ingerían caldo de gallina los primeros días, no cogían sereno…etc.

Pero algunas de ellas no utilizaban instrumentales solamente sus manos enguantadas. Las parturientas compraban en la botica la caja antiséptica que tenía lo necesario para los cuidados con el cordón umbilical (tijeras, ligaduras y gasa) que costaba 0.55 ctvs, además del yodo y guante. Si demoraba en salir la placenta hacían un lavado vaginal con yodo.

Aquí Doña Etelvina formó familia unida a J.Henry (Enrique) Pryce , natural de Jamaica, con propiedades en la zona de “Las Cuarenta” y veterano de la 1ra Guerra Mundial. Mujer de gran temple, Etelvina dedicó su vida al nacimiento de muchas generaciones cubanos, pues también en Camagüey, a donde se trasladó desde Sola, continuaría su profesión. Ya longeva , como la torre en pié del Ingenio Santa Rosa, falleció en La Habana a la edad de 105 años, rodeada de su familia y recordada no solo por quienes recibió al nacer sino además por sus hijos ,quienes contribuimos modestamente a que ese pasaje de nuestra historia no se olvide.

Otros dos nombres asociados a esta profesión son los de las parteras Doña Carmen Cruz y Doña María Pérez, ambas de formación empírica. La primera era una “mujer esbelta, de cara achinada y largos dientes, peinada con trenzas cruzadas al centro y vestida con telas de estampados en negro.

En sus largas manos llevaba anillo de oro y era intrigante en sus asuntos; aunque se tratase de niños. Vivía al final de la calle Kelly (hoy calle J. Martí) una vía caracterizada entonces por casas de madera y portal, que se techaban en su totalidad con tejas de zinc, en un tramo casi próximo a “La aguada” del ferrocarril.

Tenía una hija de nombre Pura y su hermano Reynaldo, vendedor de adornos, aretes, cadenas y azabaches, se le conocía con el apodo de “Reynaldo raspa la olla”. Carmen para el desempeño de partera empleaba una maleta de madera y cristal que permitía ver los objetos.”

Por su parte María Pérez , “era una mujer muy inteligente en sus partos, procedía también como Anita de la provincia de Las Villas, y estaba casada con un señor conocido por Don Luciano. Ellos eran muy amigos de las familias Leandro y Corredera. Doña María en cuestión era alta y gruesa, de carácter amable y simpático, gustaba vestir de amplios vestidos de color entero azul o blanco con grata presencia.

Era un matrimonio de este último color que no pudo tener hijos, por lo que adoptaron dos niñas, a la negrita le pusieron Teofila y la inscribieron e instruyeron acorde al medio, ella descollaría posteriormente por sus grandes habilidades como bordadora a maquina de cocer.

Más tarde la familia se mudaría a Minas para su mejoría económica; pero siempre visitaban Sola, lugar en el que pasaban algunos días con sus queridas amistades. Las hijas de Teofila todavía residen en el vecino poblado.”

Tanto por la cultura de la población de Sola y sus alrededores en el período enmarcado, como por el sistema de sanidad de entonces, pero asociado también a los costos y la lejanía de los Centros especializados de salud, y siguiendo además una vieja y útil tradición, era usual antes de 1959 la asistencia de parteras o comadronas, como comúnmente se les llamó, en el momento del parto.

Notas y viñetas de Henriquetta.Notas y viñetas de Henriquetta.

Notas y viñetas de Henriquetta.Notas y viñetas de Henriquetta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas y viñetas de HenriquettaNotas y viñetas de HenriquettaEsta actividad, hoy ya desconocida, fue muy valiosa en esa etapa y una sencilla pesquisa nos sorprendería de quiénes, -entre los pobladores actuales o que conocimos, pero de otras épocas - nacieron así. Algunas de ellas como hemos referido antes con una formación académica y otras con formación empírica y titulación de la población. A veces tal era su estima o su carisma que uno de los dos médicos del poblado, el “doctor Santiago M. Acosta López solía con frecuencia, para tales circunstancias, solicitar la presencia de una de estas, escogida por su dedicación al oficio y la empatía entre ambos.

Y en Sola, además de la aludidas Doñas Anita, Etelvina, Carmen y María , se tiene referencia de Catalina Gutiérrez, más conocida por su motete de Catuca y de la que estoy seguro muchas de las personas que le trataron conocerán su verdadero nombre sólo ahora.

 Margarita Meléndrez (al centro) el 7 de julio de 1972, día de su boda, entre ambas abuelas: Catalina Gutierrez(Catuca) izquierda y Alejandrina Carmenates (derecha); quien además de nieta fue también uno de los niños recibidos por Catuca.Margarita Meléndrez (al centro) el 7 de julio de 1972, día de su boda, entre ambas abuelas: Catalina Gutierrez(Catuca) izquierda y Alejandrina Carmenates (derecha); quien además de nieta fue también uno de los niños recibidos por Catuca.

El Doctor Acosta la buscaba para los partos de nalgas, pie y transversos. Con amor y paciencia lograba generalmente un final feliz.

A los vecinos no les cobraba su yodo, su agua hervida y se conformaba con lo que le diesen. Ella parió y recibió a todos sus hijos (9) más 2 que crió, empleando solo un palo horizontal y debajo una colchoneta. Se formó autodidactamente, fruto de su misma realidad y necesidad, su familia era originaría de Canasí, por eso se le oyó muchas veces decir que donde hoy se levanta el poblado de Sola originalmente era un guayabal, remarcando: “Por eso adonde quiera que tú tiras una semilla de guayaba aquí ésta se da”.

Se caracterizaba por acudir de forma solícita a los partos domiciliarios, de diversos lugares del municipio, dejaba con sus hijos mayores a los más pequeños y se iba a partear a los montes de Ímias, Vilató… y allí pasaba los días que fueran necesarios, pues el parto podía retrasarse y luego lavaba la ropa de la recién parida, a lo sumo aparecía con un pollo bajo el brazo como compensación. Y por si fuera poco también lavaba para el hotel Unión.

Es cierto igualmente que algunos trabadores se acogían al pago de la maternidad que era entonces de $ 25 pesos, abonándolo por cuotas previas al parto para que la parturienta fuera atendida en una clínica u hospital, saldo que se les devolvía íntegramente si por alguna razón el alumbramiento ocurría domiciliariamente.

En condiciones, donde la salud humana era un negocio. Las comadronas realizaban una importante función social, que permitió a los sectores más pobres y menos favorecidos recibir atenciones y cuidados de la salud, aún sin recibir un digno reconocimiento por desempeñar esa labor imprescindible.

Al triunfo de la Revolución se institucionalizó el parto y las consultas a las embarazadas han garantizando la calidad de las atenciones de salud de forma profesional y gratuita. Las comadronas no quedaron desamparadas fueron reconocidos sus años de trabajo y disfrutaron de los beneficios de la Seguridad Social que brinda la Revolución. El ejemplo y la dedicación de estas mujeres es fuente de valores formativos. Todos los hijos de Juan Hernández Relova Acevedo y Eufemia Miranda Armas fueron asistidos por la comadrona Etelvina Gregorí(De izquierda a derecha Ruperto, Arnaldo y Mirtha.)Todos los hijos de Juan Hernández Relova Acevedo y Eufemia Miranda Armas fueron asistidos por la comadrona Etelvina Gregorí(De izquierda a derecha Ruperto, Arnaldo y Mirtha.)