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Ante una nueva conmemoración, la fecha es solo un modesto pretexto para convocarlo, algo que siempre hacemos por vocación y mucho antes del juicio final por si acaso.

Dentro del accionar creativo y público de Palmero destaca su participación, con Efraín Collado a la guitarra acompañándole, por alrededor de cuatro años en el programa “En la verde campiña”, que todos los domingos a las siete de la tarde transmitiera Radio Cubitas. Un espacio sobre agricultura dedicado al sector cooperativo y campesino y por extensión a la población rural. Sus décimas allí eran alusivas a efemérides de esa área laboral, a destacar logros de algunas cooperativas, felicitaciones a campesinos destacados o por la celebración de sus onomásticos, información esta que le aportaba el equipo de realización del programa.

Se le suele recordar como alguien campechano, de acendrada cubanía en su obra y en sus maneras, no solo con talento natural sino de una sorprendente cultura, conocía de la música tradicional campesina interpretando sus tonadas con distingos, tratárase de la espirituana, la matancera, la Carvajal,etc. También solía ser el artista de las celebraciones de masas improvisándole en cualquier acto del Ministerio del Interior (MININT), la Federación de Mujeres Cubanas, las jornadas de la cultura…

Fue además sistemáticamente premiado, sobre todo en el Cedina, evento provincial de decimistas del poblado de Céspedes, en aproximadamente todas sus categorías: décima escrita, décima improvisada, piropo y otras, no hubo un año - de casi todos los que participó - que no volviera de él con algún premio, incluso la respectiva edición inmediata a su deceso le fue dedicada íntegramente entre emoción, panegíricos y decimas inspiradas y ofrendadas a su persona y quehacer poético.

Habituaba, tal vez de manía, tener parlamentos orales constantes: “Candela de ajumar gato/camina pa’ lo chapeao/a mi me gusta el changüí/y el ñame con bacalao” u esta otra oración: “Me voy pal monte a comer chicharrón.”

Es esa misma alegría y humor, presentes siempre en su legado literario el que lo hace “mientras seguir burlándose del féretro”.

La Avispa.

 Fui a un potrero a chapear

y ya pasadas las diez

de repente me enredé

con un maldito avispero

solté el machete, el sombrero

las orejas me temblaban

y viendo como me atacaban

yo formé una gritería

corrí, mientras más corría

más avispas me picaban.

 

Atravesé por un callejón

me lancé sobre una laguna

sin saber que todavía una

metida en el pantalón

cuando me di el chapuzón

la avispa quiso salir

y yo me sentí morir

cuando el bicho me picó:

era una parte que yo

no les puedo decir.

 

Queriendo eliminarla

apresurado apreté…

pero me picó otra vez

justo en el mismo lado

al fin me pude quitar

el dichoso pantalón

y vi con preocupación

que adonde me había picado

todo estaba colorado

y con repunte de hinchazón

 

Llegué a la casa muy mal

porque aquello se me hinchó

y mi mujer me llevó

con urgencia al hospital.

Una doctora jovial

(ética, muy cariñosa)

me examinó cuidadosa

y ordenó al asistente:

¡agua fría, o al paciente

se le revienta esa cosa!

Colaboradores: Edel, Efraín Collado y Reynaldo Martinez