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Así, a modo de interrogante, iniciaba la Profesora universitaria e investigadora literaria Mary Cruz la motivación al estudio de la obra de María Gertrudis de los Dolores Gómez de Avellaneda, notable escritora nacida en El Camagüey (antiguamente Santa María del Puerto del Príncipe) del siglo XIX, considerada una de las grandes escritoras iberoamericanas de su época.

En 1841 la Avellaneda (también se le conoce como Tula), publicó en España su novela SAB, argumento sentimental que refleja la aversión de la autora hacía la esclavitud humana existente en Cuba bajo el dominio colonial español.Portada de la más reciente edición cubana de la novela SAB, durante las celebraciones por el bicentenario del natalicio de la autora Gertrudis Gómez de Avellaneda en el 2014.Portada de la más reciente edición cubana de la novela SAB, durante las celebraciones por el bicentenario del natalicio de la autora Gertrudis Gómez de Avellaneda en el 2014.

Sin embargo, y a pesar de todos los reconocimientos que entonces y a lo largo del tiempo se le hicieran a la novela mencionada, también existieron manifestaciones adversas, fue censurada en la isla, la tierra que la inspiró y el público al que preferentemente estaba dirigido, y la situación de mujer de la autora también fue blanco de ataques entre quienes no aceptaban que una fémina ocupara los más altos lugares de las letras.

Por último se le cuestionó su condición de autora cubana, dado que la mayoría de su obra había sido escrita fuera de Cuba: “Es un frio cuadro de costumbres. Frío porque le falta en absoluto el color local, que ella pretende imprimirle sólo con vocabulario, pues emplea frecuentemente cubanismos. De ambiente falso, desfigurado por la fantasía.”

No obstante, y contrario a esta postura, al menos en el último aspecto, es precisamente el ambiente la cuestión que contextualiza a la novela con el escenario de su Patria de origen y a la vez el elemento que nos involucra localmente, al servir la zona de Cubitas de plataforma a cuatro capítulos íntegramente. Por las páginas del libro, y tal vez en primicia para el mundo, se mencionan, describen y divulgan las cuevas y sus pictografías aborígenes, los paredones, los cangilones del Rio Máximo ,junto a las leyendas del lugar.

Independientemente de la vieja controversia, que la profesora Olga Yero ha hecho a mucho bien reciente, de si la autora en persona excursionó en su adolescencia al territorio de Cubitas o simplemente conoció el opúsculo Cubita, del que se valiera para recrear el transito y la estancia de sus personajes en él, a nosotros como lugareños de esta región , legada por historia y antepasados, dicha mención nos vino como anillo al dedo al situar desde tan lejana época y en dicho reconocido texto de tan encumbrada escritora una conciencia de nuestra existencia, aunque fuese predominantemente geográfica.

Detalle de pictografías en la Cueva María Teresa.Detalle de pictografías en la Cueva María Teresa.

Desde luego no fue la única, anteriormente “En un artículo adicional a los Apuntes para la Historia de Puerto Príncipe de 1839 se explicaba: La cueva de María Teresa se halla en el barrio de Limones. En sus paredes se advierte a todo lo largo una cenefa, igual a las de algunas de nuestras habitaciones lo que persuade que no es obra de la naturaleza y más si se atiende a la igualdad del dibujo a la finura de los colores, a las proporciones, etc (…) se infiere que esta cenefa es obra de los antiguos que tal vez vivieron o se alojaron algún tiempo allí.

Con posterioridad “En el año 1844 una Comisión de Regidores del Ayuntamiento de Puerto Príncipe elaboró unos apuntes para ser incluidos en el capítulo correspondiente a esta región, en el Diccionario de la Isla de Cuba de Don Jacobo de la Pezuela y Lobo. Al comentar sobre las cavernas de Cubitas indicaron que eran sorprendentes por su extensión y por las preciosidades que contienen, entre otras por sus jeroglíficos de los indígenas.

Y “Tres años más tarde, en 1847, José Ramón Betancourt publicó, en una obra suya titulada Prosa de mis versos, la reseña de una visita a Cubitas, y volvió a tratar sobre la Cueva de María Teresa, donde hay, según dice “signos rojos hechos al parecer con almagre o tierra bermeja, suponiéndose que fueran escrituras de los indios”.

Concluyendo, todas tienen en común la alusión temprana a dicho sitio de riqueza natural y arqueológica localizado en nuestro territorio, primicial evidencia de la presencia humana aborigen en la zona de Cubitas, comprobadas después con los hallazgos de asentamientos de grupos agroalfareros en el valle norte, coincidentemente donde también hoy se concentran los núcleos poblacionales más importantes de la jurisdicción; pero mientras el resto de las fuentes lo dan a conocer localmente (El País) en SAB el asunto se divulga fuera de nuestras fronteras.Retrato de Gertrudis Gómez de Avellaneda.Retrato de Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Hecho trascendental científicamente dado que “En esta cueva, de conjunto con las otras cuevas con pictografías presentes en la Sierra de Cubitas, están presentes las únicas pictografías atribuibles a grupos agroalfareros en todo el territorio cubano, de ahí su gran singularidad y representatividad por ser una muestra de su tipo a nivel nacional. Sus pictografías se conocen casi 40 años antes del descubrimiento de las cuevas de Altamira en España en 1878, [paradigma prehistórico del arte occidental] mucho antes que las primeras noticias existentes sobre el arte parietal en el resto del mundo.

Desde el punto de vista natural la cueva de María Teresa es el único sitio en la Sierra de Cubitas donde se ha observado la culebrita de cuatro patas, una especie rara de encontrar.”

Aún más, todo esto hizo que hoy sea un sitio preservado, visitado, de referencia no solo sobre el pasado de la localidad, sino de la región y del país. Visítelo en sus vacaciones.

Fuentes: Gertrudis Gómez de Avellaneda: SAB. Con prólogo de Mary Cruz.1976. -Oficina de Monumentos y Sitios Históricos: Expediente propuesta de cambio de categoría de las Cuevas de Cubitas y sus pictografías. Camagüey 2015. (Fotos: Autor)