Pin It

Seguramente pasaba a la vista de todos los convocados como un niño más en “la edad de la peseta” (tenía apenas 10 años)a lo que ayudaba mi pasado “bellaco” como solía decirse entonces; sin embargo, su nervioso desasosiego residía en la imposibilidad de entrar al cine Yenén, que engalanado para aquella noche inaugural del 26 de enero de 1974 solo se accedía por invitación: “La primera tanda fue exclusiva para constructores e invitados, todo el mundo iba muy elegante “

 Vista interior del cine Yenén, la magia eterna de esta sala es la historia, ocurre -como en menguante-al difuminarse el alumbrado e iluminarnos con la luz proyectando imágenes en la pantalla, así fue:“con el sentido del mirar comprendí el mundo”.Vista interior del cine Yenén, la magia eterna de esta sala es la historia, ocurre -como en menguante-al difuminarse el alumbrado e iluminarnos con la luz proyectando imágenes en la pantalla, así fue:“con el sentido del mirar comprendí el mundo”.

La apertura la precedió un acto político dentro del cine, con participación del Poder Popular Local y regional (por entonces éramos un apéndice de Nuevitas) y una representación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC provincial), “luego se hizo la presentación de la película, fue emocionante, las personas fueron escogidas, había gran cantidad de público, repletaban la escalinata, las aceras y césped contiguos y los tramos frontales de las calles colindantes.

Esta masiva concurrencia reorientó favorablemente el programa previsto, de solo una exclusiva actividad inaugural para constructores e invitados, añadiendo una segunda tanda al pueblo que aguardaba fuera”b, así –en segunda vuelta- pudo entrar aquel niño.

No obstante, a la exhibición esa noche de otros materiales fílmicos –asunto al que todos los entrevistados hacen referencia-, la totalidad de ellos solo se acuerda del plato fuerte: la película de ficción, como confirmándonos que el arte, más que la cultura, es una de las formas que quedará en el hombre para apropiarse del mundo.

La película en cuestión, no venía avalada por un Óscar, por un premio de Cannes, ni con una presentación fuera de concurso en el Festival de Venecia, los eventos con importancia en dicho momento, tampoco estábamos en presencia de una obra artísticamente trascendente; sin embargo, tuvo el acierto,en ese fundacional día de nuestra historia, de flecharnos, de acercarse entretenidamente, masivamente y enseñarnos a unos y recordarles a otros el educado comportamiento en dicho espacio (1, ver pie de artículo), impregnándonos para siempre un hábito cultural y sano del tiempo libre, “en un remoto pueblecito de la geografía camagüeyana, atravesado-hasta entonces sólo- por la línea del tren”.

“Manía de grandeza” fue el título con que se exhibió en Cuba inicialmente esta coproducción europea, una postal de época en tono de comedia y aventura, con los actores Louis de Funes e Ives Montand en los papeles protagónicos, de quienes pudimos ver luego –reconociéndolos- muchos filmes, todavía ambos en pleno esplendor de sus carreras, los cuales sacan convincentemente sus actuaciones, con gags inolvidables, dentro de un guion bien sencillo.

Aunque el programa de apertura estaba oficializado para las 8 de la noche, al personal del cine se les citó para las 5 de la tarde, y “todo el mundo estaba allí, había una doble motivación: la inauguración del nuevo cine y el estreno de nuestros uniformes ese día”c. Obviamente, la inauguración era también la culminación de un ciclo en la construcción del edificio y la preparación de sus trabajadores.

Desde diciembre del año anterior habían tenido lugar algunas acciones organizativas: reunión de directivos del cine, captación de mujeres (el 99 % de la fuerza trabajadora), presentación de los trabajadores, adiestramiento, pruebas en seco, composición de la plantilla…

Los cimientos se comenzaron por los jóvenes del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) y los terminó el pueblo de Sola con muchas horas de trabajo voluntario, fue la última construcción de la Empresa de Cine en Camagüey.

Su beneficio era diario comenzando a la 6 de la tarde, dos tandas corridas de lunes a viernes según el metraje, con un intermedio que incluía el Noticiero ICAIC, documentales variados y avances de filmes de próximos estrenos.

Los sábados y domingos las tandas de exhibición empezaban desde la una de la tarde, excepto la matinée infantil dominical a las 8 de la mañana. Las prestaciones de esta institución entonces incluía el servicio de baño para ambos sexos, área para fumadores y agua fría.

“Los trabajadores eran muy consagrados, se solicitaban prestamos de películas a Esmeralda y Minas para aumentar la recaudación a través de tandas especiales y así sobre cumplir el plan técnico- económico. Se cuidaba mucho la atención al público, tratábamos de que el mismo asistiera, nunca se escuchaba: `no podemos proyectar porque hay un solo espectador` y todos eran bien atendidos. Muchas veces la afluencia de público nos motivaba y hacíamos otra tanda. Yo tuve momentos muy agradables”d.

Las convenciones prevalecientes de vez en cuando requerían ajustes concretos, por ejemplo, las películas muy taquilleras se exhibían solo en tandas separadas, al término se vaciaba la sala y entraba otro público, dicha situación se presentaría durante el estreno de la película Jaws (en español “Mandíbulas” del director debutante Steven Spielberg) comercializada nacionalmente en 1976 como “Tiburón sangriento”.

Un caso similar, la mexicana “Mecánica nacional”, una comedia costumbrista de asunto picante para la época y lógicamente prohibida para menores de 16 años, originó una riña tumultuaria de cristales rotos a la entrada del cine, entre personas que se fajaban por entrar en medio de una cola inmensa, con la agravante que dicho título esa primera vez no tocaba en plan y se había gestionado solo para aquel memorable día, única causa por la que hoy se recuerda.

Sin dudas ese momento inicial del cine Yenén correspondió a circunstancias muy favorables: premieres semanales nacionalmente, bajo precio de entrada: 40 centavos, el séptimo arte en su plenitud, pocos contaban en el poblado con televisor y solo en blanco y negro, los prejuicios que prevalecían sobre la religión y la inexistencia de otras instituciones, como la Casa de Cultura o el Museo, suprimía los posibles competidores.

Y hasta un estreno nacional de excepción tuvo el cine Yenén, que nos llegara de un envío por Puerto Tarafa en Nuevitas, la película franco-italiana: Tortúrame y bésame”.

Pero debe reconocerse que los trabajadores del Yenén no descuidaron su promoción: Caridad Luján, cariñosamente Calila, una de las proyeccionistas y quien igualmente había trabajado en el anterior cine teatro Caridad, institución cultural decana de la localidad, conocía -de dicha experiencia- las personas asiduas al mismo y lo indicó previsoramente a sus nuevas compañeras. (Continuará)

Fuentes:

a,b,c, y d –Testimonios de las trabajadoras fundadoras del cine Yenén: Adelina Stepnhns García (Miscelánea mensual), Verónica Johnson (Portera) y Milagros Calderón (Taquillera) el 19 de enero de 2013.

Fotos: Miguel Ángel Alarcón 2015.

Pie de artículo

[1] - No olvidar que entre la demolición del cine-teatro Caridad, en 1966 y por peligro de derrumbe, y la inauguración del nuevo cine Yenén en el 74 pasaron ocho largos años, período en que se continuó exhibiendo películas con un proyector en formato de 16 milímetros en áreas públicas, abiertas y a la intemperie del propio poblado. Así vienen a mi mente el andén de la Estación de trenes y el filme español “Las Leandras” con la cantante Rocío Durcal, el tramo de la acera frente a la actual CADECA y la primera exhibición de la película más taquillera de la historia del cine en Sola: “La vida sigue igual” que llevaría a la gloria artística a Julio Iglesias, el sitio que ocupa la Cadena del pan: “El príncipe Bayaya” juvenil aventura fantástica de Hungría y el Oeste ibérico “Manos torpes” de 1969 .

También se utilizaría un “anfiteatro” creado para la ubicación del televisor público, al que los mismos pobladores llamaban el parquecito, debido a la construcción de bancos de cemento, justo en el lugar que hoy se pesa el pollo de venta liberada con más desacuerdo, allí sacié la saga de Ichi el samurái. De última mención y contiguo al mismo por su parte trasera, solo separado de esta por un alto muro de concreto para aislar ambas actividades y que servía a la vez de pantalla, un improvisado sao caracterizó el espacio ambulante más oficial que recuerdo dedicado al séptimo arte en aquella acrítica etapa de mi niñez.

Donde el público “disfutaba”de pie la tanda, las funciones se suspendían por la lluvia, la conversación alta de la gente afectaba la concentración individual, la bulla vulgar y las piedras contra el muro durante el cambio de rollos o por la rotura de éste. Siempre recuerdo con cariño y agradecimiento a los trabajadores que realizaron estas actividades: Calila, Miguel, Lugo y Amable. Mi propio compromiso de recoger estas historias me daría la posibilidad de expresárselos varias veces en nuestros encuentros. (Fotos: Autor)

S®LÑ@S

Una nota del periódico Adelante, del mismo mes de enero pero de 1975, en que se evaluaba el desenvolvimiento cuantitativo de la actividad cinematográfica en los cines de la provincia durante 1974, el Delegado del ICAIC de Camagüey entonces: Arnaldo Hamadi, cedió estas cifras: “Cumplimiento del 101 %, 39 400 proyecciones de cine y la asistencia de 5 299 000 espectadores”. Dichas estadísticas revelan de forma impactante que el cine en cuestión era un fenómeno de masas neurálgico.

Imponente proyector de 35 milímetros del cine Yenén.Imponente proyector de 35 milímetros del cine Yenén.Orlando Castillo, bizarro Promotor cultural y Presidente del Cine Club local “Luces de la Ciudad” en plena faena. Orlando Castillo, bizarro Promotor cultural y Presidente del Cine Club local “Luces de la Ciudad” en plena faena.