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Foto: ArchivoFoto: ArchivoAbril, 2020.- Un día como hoy, pero de 1930, la página Ideales de una raza del Diario de la Marina, daba a la luz ocho poemas insólitos en el ámbito literario y cultural de aquella época: Los Motivos de son, de Nicolás Guillén. Es justo en sus 60 años de existencia, llamar la atención sobre esa celebridad por el camino abierto de estas obras de arte, a la poesía cubana, por salir precisamente de uno de los logros más deslumbrantes de la música: el son.

Tanto el son, como los Motivos de son, pertenecen al patrimonio de la cultura cubana. Ese es un hecho irreversible. En un momento de lucha ideológica ardua y sangrienta. Por ello en aquel entonces hubo muchos detractores que organizaron su pensamiento colonial y antipopular, lleno de prejuicios raciales, en ar­tículos diversos, todos encaminados hacia la extinción de aquel estilo tan fresco como necesario. Trataron de aplastar, claro está, sin lograrlo, la batalla que, de hecho, ya había ganado el hombre natural, es decir, el hombre popular y cotidiano.

No fueron ­pocos los que se apropiaron de aquellos maravillosos, elementos estallantes cadenciosa. Por supuesto, los primeros fueron los músicos: Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, iniciadores de un modo artístico en el orden culto de las creaciones musicales de aquella época. Luego González Allué, los hermanos Grenet y el musicólogo y crítico español Adolfo Salazar.

Esas palabras, frases y sentimientos, son hoy del pueblo todo, pues, al tratar con la forma cubana y criolla, Guillén cierto aliento del romance español, solo estaba ajustando y expresando con ello, como se funden los elementos afrohispanos, componentes seguros de la identidad de los cubanos.

Y como antes la habanera y la rumba, el son sacudió su cabeza, salió del seno de los hijos del pueblo y pasó a formar parte no solo ya del acervo artístico sino del universal. El son, como bien señala Ángel Augier, es “flor del folclor nacional” que “andaba silvestre por la manigua del cancionero anónimo” y hoy, gracias al genio poético de Guillén, pervive como nunca en la expresión literaria (y cultural) de Cuba.

Este poemario del poeta camagüeyano, Nicolás Guillén, ha sido catalogado, no pocas veces, como “poeta negro”, siendo considerado por algunos críticos como el mayor exponente de la Poesía Negra en habla hispana.