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Octubre, 2022.- Cada 28 de octubre marca la habitual hazaña de los pioneros de arrojar flores a los ríos, presas o mares cercanos, para honrar al héroe de la sonrisa amplia, a ese que luego de 63 años de su desaparición física, permanece en el corazón de los cubanos mediante su legado digno de imitar.

Camilo cosecha la mayor cantidad de pétalos de flores coloridas que flotan en las aguas en busca del hombre del sombrero alón, como muestra de que sigue vivo detrás de las páginas de la historia de Cuba, para representar a la nación que hoy sigue sus pasos firmes.

Las caminatas, los actos conmemorativos y los eventos culturales, son testigos de la admiración hacia el héroe por parte de los pioneros y jóvenes, cuando se acerca la fecha en que el Señor de la Vanguardia germina desde las aguas para aparecer con la precisión guerrillera que inmortalizaría su imagen de hombre alegre.

De mi etapa de alumna de la enseñanza primaria, recuerdo aquellas madrugadas cuando ya era 28 y salía temprano hacia el jardín de la vecina a escoger la rosa más linda para regalarla a Camilo, y me resulta emocionante ver como esa tradición se mantiene hasta la actualidad, pues octubre es el mes donde se llenan los barrios de pañoletas azules y rojas que dedican su cariño a la personalidad histórica de la mirada intensa.

El “Comandante del pueblo” transitó diversas esferas, era amante de los deportes, sobre todo del béisbol, le gustaba la lectura y hacer maldades, pero muy respetuoso y serio ante sus tareas, el baile también lo atrapó, todo eso ligado a su participación en las acciones revolucionarias y en los combates, lo definen como un ese multifacético e integral que las filas de cubanos necesitaba y agradecía.

“Camilo era un hombre que amaba las tareas difíciles; pudiéramos decir que era un hombre que amaba las dificultades, que sabía enfrentarse a ellas y era capaz de realizar proezas en las más increíbles circunstancias”, expresó el líder indiscutible Fidel Castro, para referirse a los valores inigualables del paradigma de la jovialidad.

A ese que nos enseñó su espíritu revolucionario, las virtudes que caracterizan a un hombre de bien, a ese cultivador que levantó un campo de flores luego de su triste pérdida, le dedicamos todo el respeto y admiración de las nuevas generaciones que siguen su ejemplo, tras su paso por las raíces de la isla, en la que dejó huellas imborrables. (Fotos: Daniela Blanco González)