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Foto: Cubadebate.Foto: Cubadebate.Marzo, 2018.- El desarrollo parece que trae como daño colateral algún que otro engendro. Unos, destinados a mejorar la vida de las personas y otros para recordarnos que en ocasiones quisiéramos tener una verdadera sordera crónica.

Ciertos hábitos, cobijados bajo la nueva ley de yo tengo y tú no, recurren a nuevos métodos para reventarnos el tímpano con la música de otros como si escuchar el gusto ajeno fuera estrictamente una obligación, un deber sin excusas, sin importarle que el universo no solo es el patio de sus casas.

Nadie se opone a la alegría de los demás porque eso hace crecer la vida y la cotidianidad, pero ese estado emocional tampoco es obligatorio para que todo el que esté a su alrededor reciba una dosis inevitable de música estridente sin saber si el gusto es compartido e irrespetando el derecho ajeno a la paz, sea noche o día, sea fin de semana o no.

Nos invaden la privacidad con la misma facilidad que tomarse un vaso de agua. Su goce es ese, mucho ruido, sentir que los decibeles nos atontan el cerebro demostrando que su equipo tiene suficiente potencia para poner al barrio supuestamente a bailar.

Quienes actúan así han olvidado el respeto de las demás personas. Qué difícil puede resultar que sin agredir sonoramente a la comunidad, podamos disfrutar en un marco más familiar nuestra alegría por la razón que sea.

Quizás a estas alturas alguien pueda pensar que un día es un día, sin embargo, la tendencia actual traspasa el marco soportable de 24 horas y hasta 72 haciéndose extensivo al capricho de quien se convierte en un verdadero violador de la tranquilidad ciudadana.

Al compartir sus gustos musicales con nosotros nos obligan a comprar una música que puede o no ser la de nuestra preferencia. Con la llegada del trap a Cuba es muy común escuchar la inentendible letra del cantante puertorriqueño Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido como Bad Bunny y de otros que se hacen eco de su palabrearía que nada aporta a nuestro vocabulario.

La sociedad tiene que unirse para reparar eslabones que se están apartando de la cadena trazada por la buena vecindad y los valores que ha inculcado la Revolución cubana.

Nada justifica que la invasión de ruidos, sea de la procedencia que sea, nos llene de molestias la tranquilidad que necesitamos en nuestras viviendas.

La convivencia entre vecinos es la paz, tratemos que con nuestra conducta no se rompa esa sagrada palabra. Sea entonces el respeto la línea que marque cada hecho diario para no perder los estribos y el sosiego.