Foto: internetSierra de Cubitas, 30 may.- El cerco comercial, económico y financiero impuesto por Estados Unidos (EE.UU.) a Cuba, desde el 7 de febrero de 1962, convertido luego en ley en 1992 y 1995, es uno de los más duraderos de la historia, condenado 15 veces por las Naciones Unidas.
Recientemente, el Gobierno de EE.UU. ha adoptado nuevas medidas que arrecian la agresión contra la Isla y recrudecen la guerra económica, financiera y comercial que sucesivas administraciones imperiales han sostenido, en mayor o menor grado, desde el Triunfo mismo de la Revolución Cubana.
Todo esto encierra el propósito de crear dificultades y descontentos económicos en el país, enajenando y desalentado al pueblo cubano.
Es la continuidad y prolongación del deseo ancestral de apoderarse de la fruta madura que se avizoraba a pocas millas al sur del naciente imperio.
La administración de Donald Trump ha escogido el enfrentamiento, en vez del diálogo, la medidas punitivas, en vez del comercio mutuamente ventajoso; las prohibiciones, en lugar de la cooperación. Se regresa a los tiempos del Gran Garrote y de la Doctrina Monroe.
Ante esta agresión se impone la inteligencia, la creatividad, el esfuerzo cotidiano, la eficiencia, la búsqueda de soluciones nacionales, la racionalidad, la unidad, y los principios de todos los que habitan y defienden estos suelos cubanos.