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Noviembre, 2021.- Un hombre camina en pleno año 2021, parece casi solo y de repente la gente lo rodea, se acercan sin mucho preámbulo, sin temores, pero con el respeto que inspiran ciertos hombres, quizás hasta con el que inspira más de uno, porque a veces nos agrega valor a lo que somos, lo mucho que representamos.

Una cubana más, una mujer de medio tiempo que lo mira de lejos, se acuerda de la madre, ella se decía novia de un héroe que caminaba por las calles. Piensa en las veces que vio andar a aquel, así, como cualquiera y al mismo tiempo como único, por la impresión que causaba su porte inmenso de siempre guerrillero. De algún modo, este de hoy, se lo recuerda.

Lo mira y le viene a la mente la tarde de agosto en que aquel líder de talla extra, nombrado Fidel Castro, paralizó una multitud cargada de inquietudes y protestas, y le acabaron aplaudiendo la osadía de andar el malecón habanero con la misma sencillez con que condujo el nuevo proyecto de una Isla.

Vuelve otra vez la vista y ve las plazas llenas, las calles entre vivas, el diálogo franco y el respeto que lo engrandecía más al dejar a cada cual las decisiones de su área, escucharlos a todos, consultar los detalles de la compleja guía de un país.

La mujer, que prescinde ahora de un novio guerrillero, suspira con nostalgia hasta de lo que no alcanzó a vivir, piensa en su hija adolescente y en un montón de palabras aprendidas, en el contexto, en el sentido del momento histórico que el propio Fidel mencionó.

Regresa a mirar los ojos del hombre que ya le ha llegado enfrente y entiende que le ha tocado ver la luz en el hachón de una batalla diferente, en otra parte de la indetenible historia.

En estos tiempos, un pueblo entero ha dicho Yo Soy Fidel, Fidel Vive, un pueblo entero habla de él a cualquier hora. Lo difícil es caminar sus pasos, es llenar sus botas, es ganarse el respeto cariñoso y protector de las mujeres que se sintieron enamoradas, de los hombres que se supieron hermanos, de los niños que lo vieron padre, abuelo, héroe.

Sin embargo, de eso se trata, que nadie lo dude. Esa fue antes la esencia de su éxito. Esa es ahora, cinco años después de su partida física, la verdadera manera de rendirle honores: mostrar, en cada acto, que aprendimos lo que él nos enseño.

¿Fácil? NO, nunca lo será. NO estará el mundo lleno de Fideles, tampoco Cuba, como no ha estado nunca lleno de otros grandes; pero mientras cada quien lleve dentro, en medio de defectos e incompletas intenciones de ser mejor, un pedacito de él, será real que Fidel vive.

Miremos, miremos bien a ese hombre que camina y de repente la gente lo rodea, que conduce ahora el Partido Comunista - en su conjunto el mejor heredero del histórico líder-  y es Presidente de un país que NO es cualquier país, que NO da lucros, sino retos, que NO cultiva oro, sino hombres.

 Miremos bien a ese digno alumno de otros tiempos que llega al barrio y conversa con brazos nobles encima, entre vecinos, que se sienta en el parque con los muchachos que escuchan a Tony Ávila, sin que le falte el rojo en sus atuendos, porque de amor se desbordó ese día y porque de corazón, nos ha pedido que vistamos a diario todos.

Cierto, NO es el único, de vez en cuando hay otros por ahí, incluso sin cámaras de televisión delante, por eso se nos escapan.

Sin embargo, pudiera haber muchos más, a fin de cuentas fuimos 11 millones repitiendo una y otra vez Yo Soy Fidel. Pero como dijo el Martí del que también todos llevamos un poquito, "cada uno a su oficio", porque al menos en cada pedazo de vida, de país, hemos de tocar el alma como lo hizo el Comandante en Jefe, con ese verde olivo al que tampoco nunca faltaron la sangre ni el corazón, directamente bajados de la Sierra.

Suerte que tenemos hoy también un hombre que camina las calles, mientras lo cuida el pueblo, suerte que muchos otros hacen lo suyo y suerte sobre todo, que si algo bueno nos han dejado los convulsos tiempos que recientemente hemos vivido, es la seguridad de que cuando se hace el llamado responde esa fuerza de pueblo que podría ser convocada mucho más a menudo.

Gracias a esa suerte cubanísima y bien cultivada, nos acompaña aún la auténtica capacidad de unir, la misma que llenó las carreteras por estas fechas del 2016, la que ocupó tantas veces las tribunas, la que merece seguir siendo la esencia de cuanto se haga llamar Revolución.

Así, con la constancia que también él nos legó, con la verdadera actitud de aprendices de un hombre que NO se cansó de andar las calles, se llenarán, permanecerán más sólidas las frases que han de acompañarnos, NO en días como este, sino en todos: Fidel Vive, sí, Fidel está entre nosotros. (RCA)