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Foto: PLFoto: PLCiudad de Panamá.- Venezuela demanda todo el apoyo solidario de los latinoamericanos -y de todos los pueblos del mundo- en el ejercicio del más elemental de sus derechos: el de resolver sus problemas internos sin injerencias del exterior.

Esto no debería ser extraordinario, pero lo es en tiempos en que esa injerencia es abiertamente solicitada por una de las partes involucradas en el conflicto interior, y esa solicitud es abiertamente aceptada, publicitada y ejercida por personeros de organismos regionales y funcionarios de otros Estados de nuestra América, y de la otra.

Quien quiera ver adónde conduce ese camino, puede remitirse a Panamá en la década de 1980, que culminó con la agresión más sangrienta que haya conocido nuestro país. Sin embargo, lo de hoy en nuestra América y Venezuela es mucho más grave. Aquella agresión liquidó los últimos restos de un proceso de liberación nacional devorado ante todo por sus contradicciones internas.

En Venezuela se busca encarar una crisis que, sin duda, existe como una oportunidad para adelantar un ciclo de restauración oligárquica regional, que ya ha incluido golpes de Estado en Honduras, Paraguay y Brasil, y abierto paso a políticas excluyentes y represivas incluso allí donde el ciclo ha progresado por vía electoral.

Ante esta situación, es bueno recordar la temprana advertencia que nos dejara José Martí: 'Cuando un pueblo se divide, se mata. El ambicioso ríe en la sombra.' Al ambicioso hay que sacarlo a la luz, sin duda, pero esa luz tendrá que iluminar también la necesidad de ir más allá de las condiciones que limitan el ejercicio de 'la razón de todos en las cosas de todos'.

Impedir que eso ocurra es el objetivo fundamental de la injerencia externa y sus promotores internos. Procurar que ocurra es tanto como dar expresión al interés general de los venezolanos en esta etapa de su historia, a 15 años del intento de privarlos de ese derecho mediante el golpe de Estado fallido en que tuvieron tan abierta participación algunos de quienes hoy demuestran no haber cejado nunca en ese empeño.

Solidarizarse con Venezuela, hoy, hace parte de la renovación del interés general de los latinoamericanos en esta etapa de nuestra historia. En esto no caben ni pos-verdades ni hechos alternativos ni absolutos imaginarios. Aquí solo cabe trascender lo aparente para ir a lo realmente fundamental: abrir paso a la creación de una comunidad de Repúblicas prósperas, equitativas, democráticas y solidarias, que nos permitan llegar a ser todo lo que podemos ser.(PL)