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Foto: ACNFoto: ACNJunio, 2020.- Hay momentos de la niñez que quedan en los recuerdos como una instantánea, tal es así que no puedo borrar de mi mente los instantes en que mi madre, con el amor que la caracteriza, me explicaba que era necesario aquel pinchazo para que mi crisis de amigdalitis mejorara, pero lo más triste de todo era que el autor de aquel desagradable momento era un hombre amable con sonrisa de guajiro apasionado que revelaba su procedencia de una humilde comunidad en Sierra de Cubitas, donde la tierra es más roja que en otra parte.

Aníval Umpierre Umpierre (el flaco) como le dicen sus compañeros de trabajo, con palabras de padre exigente y a la vez amoroso me inyectaba sin compasión.

Nunca mi corazón albergó odio hacia él, a pesar de mi miedo por el dolor causado, porque más tarde me paseaba un ratico por el área del policlínico o me regalaba un frasquito vacío que yo incorporaba a mi colección de juguetes.

La estrecha relación de su hijo y su primera esposa con mi madre desde su profesión, estrechó más los vínculos afectuosos con Aníval, cosa que para mí constituye un orgullo.

Mientras veía descender del avión al hombre afable y alegre que tantas veces me inyectó, no pude contener mis lágrimas, entendí entonces el porqué era tan necesario mis desagradables pinchazos y por obra de la imaginación vi al amigo aliviando el dolor causado por los síntomas de la Covid-19 en Crema, Lombardía Italia.

Cuando el ébola en Guinea Conakry, también dio su paso al frente ante el llamado de la patria, tiene en su aval sobradas muestras de la solidaridad llevada a través de la Brigada Henrry Reeve.

El Flaco, que nació en Vilató, descendía de aquel avión, sin el más mínimo orgullo de ser un hombre importante, con sus banderitas en la mano que por su estatura lucían más altas. Yo estaba viendo al héroe de Cuba, pero a la vez al mío y entonces entendí que se había hecho grande, porque su humildad, solidaridad, principios y sobre todo su condición de enfermero que lo convirtió en eso, en un valiente, y tal vez sin saberlo, el más valiente de las tierras rojas, sin armas, solo con una mascarilla, un traje para protegerse y un corazón gigante.

La tierra que lo vio nacer, Sierra de Cubitas, lo recibirá dentro de 14 días y yo estaré allí como lo hice a su llegada a Cuba, pero esta vez dándole la bienvenida desde su trinchera de combate, La Policlínica 13 de Marzo del Consejo Popular Sola, esperándolo cámara en mano para tomar la mejor foto, la que pueda guardar con celo para un día decir…” Este es mi héroe, al que también, le debo parte de mi salud.