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Foto: Humberto Cid GonzálezFoto: Humberto Cid González

A Elda le tocaba trabajar en el turno de 3:00 a 11:00 de la noche en el antiguo servicio de emergencia, edificio en el que radica actualmente el laboratorio provincial de Higiene y Epidemiología, cuando recibe un mensaje ultra secreto: cámbialo para otro horario porque te necesitamos para curar a un revolucionario herido en una pierna y en las manos.

Nunca ha olvidado que los primeros auxilios fueron prestados en la casa de esa persona y después la trasladaron a la clínica, donde radica hoy el hospital militar Doctor Octavio de la Concepción y de la Pedraja, en el reparto Garrido.

Esta fue una de las primeras de varias facetas como combatiente de la lucha clandestina aquí en Camagüey, ciudad a la que llegó con 27 años, procedente de Bayamo, su tierra natal, y echó raíces aquí hasta hoy, con 97 años, cumplidos el pasado 10 de octubre.

La venta de bonos del Movimiento 26 de Julio para la recaudación de fondos destinados a la causa destaca también entre los hechos de estricta confidencialidad conocidos por ella.

Mientras, aseguró que jamás se sintió perseguida por la atención que asumió en el trabajo clandestino, “aunque compañeros con los que interactuaba me decían: tienes que hacer las cosas con mucho cuidado”.

En el primer apartamento de la cuartería de la calle Santa Rita #9, Elda se estableció hace muchísimos años. A su mente asoman los estudios de la especialidad de Enfermería en el hospital Calixto García, de La Habana, donde finalizó la carrera, después de las pruebas de ingreso realizadas en Camagüey.

Con los años Elda Dionisia Tamayo-Saco Varona, después de permanecer un tiempo en la clínica de Garrido –explicó— ayudó mucho a la apertura del hospital Manuel Ascunce Domenech, junto a la condiscípula guantanamera Isabel Leyen, quien estudió en La Habana también.

Muchos años laboró en la sala de neurocirugía del Manuel Ascunce y después pasó al servicio de Oftalmología, donde permaneció 26 años hasta jubilarse, debido a tener a su abrigo la mamá, una señora de avanzada edad.

Ella admite que la memoria empieza a fallarle. “Recuerdo algunas cosas, otras no; pero siento el orgullo de haber aportado mi granito de arena al triunfo de la Revolución”.

Entre sus planes –casi inmediatos—aparece la posibilidad de trasladarse a vivir definitivamente a Bayamo junto a Clemencia, la única hermana que queda, acompañada de familiares.

(Cadena Agramonte)(Foto: Humberto Cid González)