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Foto: ArchivoFoto: ArchivoSierra de Cubitas, 2 dic.- Muy lejos de imaginar estaba Fulgencio Batista que al conceder la amnistía a Fidel Castro después de haber permanecido en prisión durante 22 meses tras ser condenado luego de la gesta heroica que significó el asalto al Cuartel Moncada este no cejaría en su empeño de liberar a cuba de todos los males denunciados en su alegato de autodefensa.

Después de su salida hacia el exilio en México, el 7 de julio de 1955, Fidel utilizó el tiempo en ese país para organizar el grupo de rebeldes que tomaron un barco pues estaba convencido de que frente a la tiranía batistiana la única forma de luchar y vencer era a través la de las armas.

Fidel se establece en la capital de México, donde comienza a agrupar a los exiliados revolucionarios cubanos, inicia la correspondencia con los compañeros que quedaron en Cuba en la que imparte orientaciones para la organización del Movimiento en toda la Isla, analizar la situación cubana y traza la táctica de lucha que debían seguir.

Con 81 compatriotas bajo su mando, Fidel salió de Tuxpan, México, el 25 de noviembre de 1956 en aquella cáscara de nuez sobrecargada que era el yate Granma, desafiando los mares tempestuosos de noviembre y el peligro bien tangible de ser interceptado, decisión en la cual también interviene otro rasgo definitorio de la conducta de Fidel: la ética de cumplir a toda costa con un compromiso adquirido, en ese caso el compromiso de que en 1956 serían libres o mártires.

El desembarco e inicio de la acción armada guerrillera ocurren en circunstancias muy desfavorables el 2 de diciembre de ese año, precedidos por siete días de penosa navegación, de hacinamiento, hambre, sed, mareo, debilitamiento físico.

Más que un desembarco, fue un naufragio, como lo calificó el Che con su habitual filo irónico, por el enfrentamiento al infierno de la ciénaga y el mangle, el primer enemigo que debieron derrotar los expedicionarios.

Tres días después del desembarco, el 5 de diciembre, el destacamento expedicionario es sorprendido en Alegría de Pío por el enemigo y se origina un encuentro sorpresivo y un combate cuyo desenlace es la dispersión total de la tropa revolucionaria todo parecía perdido, sin embargo, una vez más prevaleció la voluntad sembrada  en esos hombres por Fidel y se apreció su innata capacidad para convertir cualquier revés en victoria.